The Witcher es una serie que nunca ha alcanzado el potencial que promete su historia y sus personajes. Con la mitad de la tercera temporada ya en marcha, y con la despedida de Henry Cavill, el único protagonista bien elegido para su personaje, parece difícil que vaya a haber remontada. Queda y quedará, sin embargo, un fenómeno fan muy fuerte proveniente de una notable saga literaria y, sobre todo, de una trilogía de videojuegos sobresaliente, especialmente ante el superventas The Witcher 3: Wild Hunt.

Otra promesa que atrajo al público era la acción (impresionantes batallas con espada y contra monstruos) y el sexo loco con mucho libertinaje, justificado en un mundo lleno de poderosos y bacanales. Lo primero se ha acabado reduciendo a algunas coreografías de espada notables de Geralt contra humanos, y a unas decepcionantes luchas contra monstruos de cutre CGI. Lo segundo, desde una primera temporada que prometía, ha desaparecido desde la temporada 2.

No hablaremos aquí de corrección política, pero está claro que The Witcher y Netflix prefieren no reflexionar sobre cómo crear una mirada no machista hacia los desnudos y simplemente han eliminado cual Facebook e Instagram cualquier atisbo de carne. Duele ver un mundo como The Witcher en el que, por ejemplo, Yennefer lleva mechones de pelo pegados a sus pechos para que no se le ocurra al pelo despegarse del pezón en las escenas de cama. No seremos nosotros los que exijamos aquí que Anya Chalotra o cualquier otra mujer vuelva a protagonizar desnudos. Sin embargo, son detalles que transmiten una mojigatería rancia que el mundo de The Witcher, por sus materiales fuente, atmósfera adulta y por su propia adaptación no debería tener.

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Netflix

Estamos en un mundo donde las hechiceras son eternamente jóvenes y atractivas, seres superiores que se entretienen tras décadas de monotonía en bacanales mágicas, auténticas "ninfómanas" como las define Geralt. Un brujo que, por cierto, nunca deja de intimar con toda prostituta o hechicera que se pone por delante. Convertir a Geralt y Yennefer en una aburrida pareja monótona de tortolitos es domar a The Witcher. Por eso nos alegra la broma de Jaskier en esta primera parte de la temporada 3 de The Witcher.

Cuando los protagonistas se reúnen en Aretusa, Yennefer y Geralt se ponen a hablar hasta que, finalmente, se besan. Sin embargo, no oímos lo que se dicen, sino a Ciri y Jaskier jugando a doblarlos. Es entonces, en pleno doblaje amoroso, cuando Jaskier hace un comentario sobre un unicornio poniéndolo en la boca de Yennefer. Como decíamos antes, más allá de su primer encuentro en la temporada 1, las escenas de sexo entre Geralt y Yennefer en la serie han sido tremendamente inocentes y románticas. Sin embargo, tanto los protagonistas de los libros como los jugadores de los videojuegos, saben que ambos son bastante aventureros y salvajes en ese sentido.

Aunque solo es una alusión más en los libros, la escena del videojuego convirtió una de las anécdotas sexuales de la pareja en algo tremendamente viral y reconocido. El resumen es que Yennefer tiene un unicornio disecado, por vete a saber tú qué razón, donde le gusta hacer el amor con Geralt, montada en él.

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CD Projekt

Y por cosas como esta fascinante y disparatada tontería los personajes del videojuego parecen estar más vivos que los de carne y hueso de la serie.

Vía: Esquire ES
Headshot of Rafael Sánchez Casademont
Rafael Sánchez Casademont

Rafael es experto en cine, series y videojuegos. Lo suyo es el cine clásico y de autor, aunque no se pierda una de Marvel o el éxito del momento en Netflix por deformación profesional. También tiene su lado friki, como prueba su especialización en el anime, el k-pop y todo lo relacionado con la cultura asiática.

Por generación, a veces le toca escribir de éxitos musicales del momento, desde Bizarrap hasta Blackpink. Incluso tiene su lado erótico, pero limitado, lamentablemente, a seleccionarnos lo mejor de series y películas eróticas. Pero no se limita ahí, ya que también le gusta escribir de gastronomía, viajes, humor y memes.

Tras 5 años escribiendo en Fotogramas y Esquire lo cierto es que ya ha hecho un poco de todo, desde entrevistas a estrellas internacionales hasta presentaciones de móviles o catas de aceite, insectos y, sí, con suerte, vino. 

Se formó en Comunicación Audiovisual en la Universidad de Murcia. Después siguió en la Universidad Carlos III de Madrid con un Máster en Investigación en Medios de Comunicación. Además de comenzar un doctorado sobre la representación sexual en el cine de autor (que nunca acabó), también estudió un Master en crítica de cine, tanto en la ECAM como en la Escuela de Escritores. Antes, se curtió escribiendo en el blog Cinealacarbonara, siguió en medios como Amanecemetropolis, Culturamas o Revista Magnolia, y le dedicó todos sus esfuerzos a Revista Mutaciones desde su fundación. 

Llegó a Hearst en 2018 años y logró hacerse un hueco en las redacciones de Fotogramas y Esquire, con las que sigue escribiendo de todo lo que le gusta y le mandan (a menudo coincide). Su buen o mal gusto (según se mire) le llevó también a meterse en el mundo de la gastronomía y los videojuegos. Vamos, que le gusta entretenerse.